“Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo que él amaba, Jesús le dijo: ‘Mujer, aquí tienes a tu hijo’.
Luego dijo al discípulo: ‘Aquí tienes a tu madre’. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.”
Jn, 19, 26-27
Partiendo de la idea de la Virgen acompañada en el momento de la Expiración de Cristo, el escultor nos muestra un grupo escultórico único, no dos imágenes separadas. Constituye una única talla, en un solo bloque, realizado en madera de pino. El conjunto está integrado por dos figuras: María y el discípulo amado, San Juan. Representa la expiración de Cristo, pero desde la mirada y vivencia de la Virgen y San Juan.
En María se puede apreciar una mirada puesta en su hijo, Jesús, un rostro que manifiesta dolor y sufrimiento por lo que está pasando, así como la expresión de la mano izquierda abierta, con el brazo extendido, como si iniciara el gesto de querer alcanzar a su Hijo. Con la mano derecha sujeta el velo, el viento producido por la tormenta desencadenada por la muerte de Jesús intenta arrancarlo de su cabeza. Vestida con hábito verde, que representa la esperanza en la Resurrección y túnica azul, color de María.
El apóstol San Juan, vestido con hábito rojo, color de la pasión, con el brazo izquierdo arropando a Maria, consolándola en el trance más duro y doloroso de su vida. El brazo derecho extendido , con la mano abierta en posición de mostrar; su mirada entrada en María, mirada resignada con cariño, y asumiendo la misión que Hesús le había encomendado minutos antes, ser el hijo para la Madre.
Así, tal y como narran los Evangelios, tras haber muerto Cristo se desata una gran tormenta, lo cual queda reflejado en los plioegues de las telas, que se ciñen al cuerpo, así como el manto de la Virgen que quedan a merced del viento. Mientras el discípulo amado la abraza en un gesto humanitario de consolación, y prelicio de que desde entonces él la acogería en su casa.
La imagen es de talla completa, por lo que las imágenes no van vestidas con telas, sino que las ropas están talladas en madera,
Pude apreciarse una diferencia entre el tratamiento recibido en las distintas partes de la imagen. Al ser de madera, el escultor consideró que era mejor que el golpe de la gubia siguiese patente en el conjunto, que quede incisa su marca en las vesittudaas. Sin embargo, en las partes visibles de la anatomía, el tratamiento fue distinto: el modelado blando tiene que simular la carne.
También el policromado es distinto: una para la ropa y otra para las carnaciones. Las primeras son de colores panos, matizados por partes para resaltar los cortes de las gubias. las carnes, por su parte, están estucadas, lijadas y, psoteriomene, policromadadas al óleo, con sus matices y frescores correspondientes.
Ramón Cuenca, impregna a las imágenes un estilo propio y personal, reflejado un modelo de belleza actual, más moderno, como podemos ver en la cara del apóstol San Juan.
"Al pie de la cruz encontramos a María, su madre, y a Juan, su discípulo amado. Ella, que está desgarrada por el dolor, “consuela” a su único hijo con esa mirada de infinita ternura y esas lágrimas expresión de todo su amor. El joven apóstol tampoco lo ha abandonado y ve como muere su Señor de una muerte ignominiosa. Jesús, a punto de morir, encomienda a María que no deje sólo a aquel hombre, que representa a todos los discípulos, que cuide de sus fieles Jn 19,26-27. María también es nuestro “Consuelo” y cuida de nosotros, de su Iglesia."
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